jueves, 27 de septiembre de 2012

PREVENCION DE ACCIDENTES VEHICULARES


Es innegable que ahora la primera causa de muerte son los accidentes vehiculares, los cuales no solamente causan daños emocionales, sino también, económicos, al dejar en desamparo a los dependientes de la víctima, sin salvaguardas sociales establecidas para la educación y formación integral de los dependientes.

Ahora bien, las recetas que tradicionalmente se brindan son las mismas, y naturalmente, con el mismísimo enfoque, -repetitivas y superficiales-, las cuales hacen que el problema vaya creciendo exponencialmente.  Lo que sorprende es que los niveles que ha alcanzado este flagelo ahora sorprenda a las autoridades.  ¿Esperaban algo diferente?

Los países que han tenido éxito en hacer una reducción notoria de esta epidemia, como Colombia, han utilizado un enfoque múltiple, en el cual el componente educativo no tradicional ha sido un factor de peso, aunque uno más de los diferentes recursos disponibles.  Es un tema complejo en el cual siempre existen obstáculos culturales, estructurales y administrativos.

Los accidentes nacen siempre en la mente de la persona, no solamente por aquellas prácticas y hábitos cuestionables, -particulares y sociales-, aparejados de un ambiente de conducción anárquico de “Ley de la Selva”, y sumado a un ambiente de impunidad manifiesta, -tolerada y promocionada muchas veces por las mismas autoridades de Tránsito- quienes son los primeros en violar las normas que ellos mismos están encargados de hacer cumplir, o al hacerse de la vista gorda ante las violaciones de aquellos conductores “profesionales”, enfocándose en el conductor solitario, carente de influencias y sin protección oficiosa.

Otro factor contribuyente es lo superficial de la enseñanza en el autoconocimiento para aquellos conductores en riesgo.  Se hace énfasis en la infracción y no en el autodiagnóstico como factor de cambio, lo cual hace que la reeducación sea virtualmente imposible.

Los conductores que son infraccionados le temen más al calvario de la tramitología para que les devuelvan la licencia que a la multa en sí, -y por eso se promueve consciente o inconscientemente la mordida-, por el temor al trámite burocrático, pero no se reeduca jamás al conductor, más bien, lo induce a promover prácticas reñidas con la ética; perdonen, – ¿será lícito hablar aún de ética en este país?- Disculpas de antemano.

Las técnicas modernas de educación vial para conductores en riesgo tienen que ver más con la psicología del aprendizaje que con la materia misma de educación vial, es más introspección inducida que conocimiento vano. ¿De qué sirve conocer de categorías de licencia, si se dejan intactas las causas subyacentes del manejo agresivo y del comportamiento troglodita del conductor? ¿Cuál es la utilidad de conocer la clasificación de las señales de tránsito, si no se pueden definir las conductas que evitan accidentes? ¿Dónde queda el manejo de la ira, gestión de las emociones y autocontrol, si lo que se promueve es la política de la infracción y el sorprender al conductor como modus operandi de la Policía. 

¿Cuánto ha invertido usted este año en educar verdaderamente a sus conductores?











Carlos R. Flores.
Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni
21 de agosto de 2012